Determinación de la influencia de variables socioestructurales en el comportamiento electoral
Generación de información y sus estadísticas
Abstract
Éste documento indaga en torno a un marco teórico que nos permita identificar relaciones entre variables socioestructurales sobre el comportamiento electoral -que contempla dos dimensiones: implicación política y orientación del voto- para así poder construir una base de datos sobre la que cimentar posteriores análisis estadísticos, en particular, modelos de regresión lineal múltiple.
Dos son las aproximaciones teóricas que pretenden dar explicación al comportamiento electoral - las mismas aplicables al análisis del comportamiento desviado y la delincuencia-, el enfoque liberal (sociológico) y el conservador (las perspectivas de la orientación racional de la acción, de corte economicista), sin embargo, al momento de determinar las variables requeridas, ambas confluyen en cierto espacio común.
El estudio del comportamiento electoral de los ciudadanos en función de sus características socioestructurales constituye uno de los pilares dentro de la ciencia política.
La hipótesis central de los autores de The People’s Choice (1944) de la escuela de Columbia 1 es que la predicción del voto es fácil si se conoce el estatus socio-económico, la religión y la raza de los individuos, esto es, las decisiones políticas se entenderían como un reflejo de las características sociales de los ciudadanos y por lo tanto, el comportamiento electoral expresaría demandas y orientaciones derivadas de las características sociológicas y económicas de los ciudadanos. De ésta forma la pregunta de investigación fundamental sería: ¿hasta qué punto en el voto se expresan las percepciones e intereses relacionados con la posición de las personas dentro de la estructura social?
Morales(2015) analiza la influencia de ciertas condiciones sociales en la participación electoral, que incluyen los niveles:
concluyendo que mientras más alto es el nivel socioeconómico, la participación electoral es más frecuente.
Pallarés, Riba y Fraile (2007) analizan el comportamiento electoral de los españoles en las elecciones generales en función de las variables socioeconómicas edad, género, nivel de estudios, clase social y religión. Luego de un análisis multivariado obtienen la irrelevancia del componente de género y el papel importante de la edad, la religiosidad y la clase social.
Se afirma que que en España el grupo más abstencionista es el de los jóvenes de 18 a 24 años y que a medida que aumenta la edad, el nivel de abstención va decreciendo hasta llegar al grupo de 55-64 años que es el más participativo, aumentando otra vez la abstención en el grupo de mayores de 64, cuya explicación se ha basado tradicionalmente en la relación entre ciclo vital, integración social e implicación política.
La progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral debería traducirse en una progresiva disminución de las diferencias entre los sexos, lo que explicaría la irrelevancia del componente género en la explicación de la participación electoral.
Pallarés, Riba y Fraile (2007) sostienen que la educación permite la adquisición de recursos para el desarrollo personal y profesional, y la integración social. Por ello la hipótesis principal en los estudios de actitudes y comportamiento político ha sido que un mayor nivel de estudios posibilita una mayor capacidad para desarrollarse social y económicamente y por ende, se vincula a mayores niveles satisfacción vital y de apoyo al sistema en general.
En España el nivel de estudios no presenta una relación directa significativa con la participación electoral, pero como se ve en el siguiente punto, el nivel educativo y con ello la posición de clase, sí tendría influencia en la opción de voto. Así, la opción del Partido Popular español encuentra un mayor nivel relativo de apoyo entre los electores con mayores recursos educativos, siendo menor entre aquellos electores con uno menor (Pallarés, Riba y Fraile: 2007).
La literatura sostiene que el nivel de estudios está altamente correlacionado con la posición de clase, lo que sustenta el hallazgo de que la orientación al voto conservador sea más frecuente entre los de mayor nivel de educativo, dado que también son los que pertenecen a las clases sociales más altas (Pallarés, Riba y Fraile: 2007).
Éstos estudios nacen del argumento de Lipset y Rokkan (1967), según el cual la confrontación política se centra en varias dimensiones del conflicto social, destacándose las que se identifican con la posición objetiva de clase de los individuos, determinada por el tipo de trabajo que realizan, el salario que perciben y su nivel de formación. De esa confrontación, surgen identidades políticas que cristalizan en el tiempo de tal manera que determinados partidos políticos acaban representando los intereses de ciertas clases sociales, destacando la dualidad entre partidos conservadores y partidos obreros.
La teoría sostiene que la clase de los propietarios sería la que muestra un comportamiento más participativo, la de los trabajadores manuales cualificados y no cualificados un nivel de abstención superior a la media y que los primeros tenderían a una opción de voto conservadora, mientras que los segundos a una liberal.
Pallarés, Riba y Fraile (2007) sostienen que la religión constituye uno de los ejes de conflicto estructuradores de los alineamientos electorales y los sistemas de partidos en Europa, con lo que el estudio de las relaciones entre la orientación religiosa y el comportamiento electoral ha sido y continúa siendo un componente clásico de los estudios electorales a nivel comparado, afirmando que se da un mayor porcentaje de voto a los partidos de derechas entre los electores que se declaran católicos que entre los ateos o los no creyentes. Asimismo, entre los declarados católicos —la gran mayoría del electorado— se registra un mayor porcentaje de voto conservador entre los que asisten frecuentemente a misa que entre los poco o no practicantes.
Dos son las explicaciones que se dan para justificar estos resultados: la existencia del histórico clivaje 2 religioso y la estrecha vinculación entre Iglesia católica y las opciones de derechas en España, lo que podría no ser extarpolable al caso chileno, dada la postura de defensa a los DDHH de la iglesia católica chilena en el periodo 1973-1989.
Según diversos estudios, los que se autodenominan católicos presentan un comportamiento más participativo que los que se declaran no religiosos o indiferentes (Pallarés, Riba y Fraile). En la literatura relevante se ha puesto de manifiesto la orientación más conservadora del voto de los que se declaran católicos y una orientación más a la izquierda por parte de los no religiosos.
La teoría racional del voto estudia tanto la implicación como la orientación del voto, pero en términos de una función de costo, que para Labarca (2018) se traduce en **exclusivamente en la distancia de la residencia al lugar de votación, lo que se explica por su formación profesional (ingeniero civil). Una explicación del costo más profunda, sociológica y que excede nuestro alcance, sería el cálculo econométrico del costo percibido en términos de la oferta programática de los candidatos, el nivel de compromiso político del votante y el grado de agitación política de una sociedad, por ejemplo.
Downs (1957) propone que un ciudadano decide votar si los beneficios para él de hacerlo \((B)\), son mayores a los costos. Supone racionalidad en el sujeto.
Ahora, para que una decisión así cobre sentido, deben existir beneficios diferenciados para el sujeto al ofrecérsele multiplicidad de candidatos.
La ecuación de Downs es:
\[ C < P(B)\]
Hemos dicho que Labarca (2018) introduce la variable de costo como la distancia del sufragante al local de votación que le corresponde, pero en la integración que hace de de un conjuntos de otras variables en la explicación de la participación electoral, no hace mayor diferencia de la perspectiva sociológica; la complementa.
Se afirma que la participación es mayor en los países pequeños (Blais 2006). Esta afirmación está en línea con los términos de la Teoría racional del voto que indica que mientras más pequeño sea el electorado, mayor probabilidad tiene un voto de ser decisivo.
Se ha documentado que en general los jóvenes votan en menor cantidad que los ciudadanos de mayor edad.
Hay dos posibles explicaciones para el efecto independiente de la edad en la votación:
El ciclo de vida indica que la participación se incrementaría con la edad a medida que se van adoptando “roles de adulto”: casarse, tener hijos, obtener un empleo permanente, etc. A medida que éstas necesidades personales se van satisfaciendo, el ciudadano se ve más integrado en la sociedad y puede volver su atención hacia lo que sucede a sus alrededores. Con la edad, el individuo adquiere mayor experiencia respecto del sistema electoral y su habilidad para detectar las diferencias entre los candidatos se incrementa (Teixeira, 1987).
Los efectos generacionales sugieren que la abstención a gran escala se ha vuelto una característica permanente de la orientación política entre los jóvenes, proveniente del proceso de sociabilización común entre ellos. Esto implicaría que los votantes jóvenes actuales nunca lograrán los niveles altos de votación de los votantes actuales de más edad (Martikainen, Martikainen, & Wass, 2005).
Gasto en campaña
Nivel educacional
Movilidad residencial
Haber votado en elecciones pasadas
Identificación política
Ingreso
Estado civil
Desigualdad, nivel socioeconómico y participación electoral.
Se sostiene que las personas de clase social más alta, con mayor educación o mejor ingreso votan más (Lijhpart 1997; Wolfinger & Rosenstone 1980) y que, en países con alta participación, la relación entre nivel socioeconómico y participación tiende a ser menos fuerte, a menudo no lo suficientemente fuerte para ser estadísticamente significativa y a veces incluso negativa. En cambio, en los países con baja participación, esta relación es fuerte y consistente en el tiempo (Lijphart, 1997). En los Países Bajos en 1970, en donde similarmente al caso chileno, se cambió el sistema electoral de voto obligatorio por uno de voto voluntario. Verba, Nie y Kim (1978) demuestran que la adopción de este sistema incrementaba el sesgo de clase.
Existe una alta correlación entre clase social, educación e ingresos, por lo que la hacer una regresión lineal se debe tener especial cuidado con el problema de la multicolinealidad.
Leghley & Nagler (1992) indican que el mejor factor para medir el nivel socioeconómico es el ingreso por sobre clase social y educación (asociado a mejores trabajos) por los siguientes factores:
El sesgo de clase.
Utilizando el ingreso como medida de estatus socioeconómico, los autores estudian siete elecciones presidenciales consecutivas entre 1964 y 1988 en Estados Unidos y concluyen que no ha habido cambios en el sesgo de clase en ese periodo. En los Estados Unidos el sesgo de clase, medido en función del ingreso, es preocupantemente alto. Durante la elección presidencial de 2008, sólo el 41% de los electores que ganaban menos de $15.000 dólares al año votaron, en comparación con el 78% de aquellos que ganaban más $150.0003. Estudios han mostrado que esta diferencia en la participación afecta las políticas públicas. Recientemente, Avery (2015) realiza un estudio en donde investiga la influencia del sesgo de clase en la participación electoral en la desigualdad de ingreso en distintos estados desde 1980 a 2010. El autor concluye que los estados con mayor sesgo de ingreso en la participación tienen mayores niveles de inequidad de ingresos que los estados con mayor paridad de participación electoral.
Una tradicional distinción relacionada a la clase social es aquella que distingue las ocupaciones de “cuello blanco” y “cuello azul”. La participación entre clases está reportada abundantemente en la literatura. Las personas de la clase trabajadora, es decir con ocupaciones de cuello azul, votan menos que las personas de clase media y alta, con trabajos de cuello blanco. Las personas de clases sociales más altas tienen más oportunidades de participación, interactúan más frecuentemente con aquellos políticamente activos, reciben mayores estímulos políticos y tienen mayor compromiso cívico (Milbrath & Goel, 1977).
Nivel educativo.
Se ha encontrado una fuerte relación entre nivel educacional y participación (Blais 2000; Wolfinger & Rosenstone 1980; Lijphart 1997). Por ejemplo, en los Estados Unidos la diferencia en la participación entre la población menos educada (menos de cinco años de escolaridad) y la población con el mayor nivel educacional fue de 53% en las elecciones presidenciales de 1972 (Wolfinger & Rosenstone, 1980). En las elecciones presidenciales de 1984 la educación siguió siendo la determinante más fuerte de la participación (Leighley & Nagler, 1992). Los efectos que tiene el nivel educacional en la participación son fuertes incluso cuando otras variables de estatus socioeconómico son mantenidas constantes, de hecho, la educación tiene mucho más efecto en la participación que el ingreso, el cual afecta a la participación sólo hasta un punto en donde se alcanza un cierto nivel de bienestar (Teixeira 1987; Wolfinger & Rosenstone 1980).
El trabajo de Martikainen.
Martikainen (2005) estudió la relación de cuatro factores socioeconómicos en la participación electoral en las elecciones parlamentarias de 1999 en Finlandia para tres grupos etarios entre 25 y 69 años sobre un universo de 2,9 millones de electores. Éstas fueron:
Participación electoral a nivel de salas, y
clase social,
ingreso,
nivel educacional y
propiedad de la vivienda.
Los resultados mostraron que:
Las conclusiones de la tesis de Labarca (2018) son:
Implementaremos un modelo de aprendizaje automático de regresión supervisado, siendo los objetivos de investigación, por ejemplo, los siguientes:
Un modelo de regresión lineal múltiple con \(k\) variables predictoras \(x_1, x_2,...,x_k\) y una variable respuesta y, puede escribirse como:
\[ y = \beta_0 + \sum_{i=1}^{k} \beta_ix_i + \epsilon\]
Dividiremos nuestra base de datos en \(80\%\) de entrenamiento y \(20\%\) de prueba, para aplicar un aprendizaje supervisado.
La función es entonces:
\[ y = f(x_1,x_2,...,x_i) \]
Modelo 1:
\[ implicacion_i = \beta_0 + \beta_1 distancia\_al\_local_i + \beta_1clase\_social_i \] Modelo 2: \[ orientacion = \beta_0 + \beta_1 distancia\_al\_local + \beta_1clase\_social^2 \]
Modelo 3:
\[ implicacion = \beta_0 + \beta_1 distancia\_al\_local + \beta_2clase\_social + \beta_3nivel\_educ + \beta_4nivel\_edu \cdot propiedad\_vivienda\]
En la década de los años treinta la sociología estadounidense de la comunicación, particularmente aquella proveniente de la Universidad de Columbia, ve la necesidad de investigar el efecto que la propaganda y otras comunicaciones políticas tienen sobre los públicos del convulsionado período de pre y entreguerras, principalmente con relación supuestamente causal entre cambio de actitud, opinión y el consumo de los recién aparecidos nuevos medios como la radio. Posteriormente este interés se extendería, en un mundo dominado por las relaciones geopolíticas de la Guerra Fría, a todas las manifestaciones de la actividad política, dando lugar con ello a un nutrido grupo de tradiciones de estudio y a distintas polémicas sobre la forma de conceptuarlas, mesurarlas y analizarlas.↩︎
Clivaje (escisión o fisura) en ciencia política y sociología es un concepto, utilizado para el análisis de las tendencias de voto; se refiere a la división de los votantes en diferentes bloques separados por “escisiones” o “clivajes” (del inglés cleavage). La hipótesis preliminar es que los votantes no se dividen de un modo predefinido en grupos a favor o en contra de un determinado tema. El análisis del voto asume que los votantes optan votar a un partido determinado por la solución u opción que este toma respecto de una o varias cuestiones, eligiendo la opción que más se acerca a su propia postura. El clivaje es la escisión que separa a los votantes en defensores y adversarios de un tema en particular, y puede llevar a convertirlos en votantes de un partido determinado. Si se imaginan las diferentes posiciones políticas ante una cuestión como una línea horizontal, el clivaje sería la línea vertical que divide a los diferentes partidos políticos entre defensores y opositores a esa cuestión. El término fue popularizado por los politólogos Seymour Martin Lipset y Stein Rokkan a partir de 1967.↩︎