La Economía Orgánica Avanzada

Introducción

Edward Wrigley es un historiador demográfico. En ‘Continuity, Chance and Change’ explica porqué - a su juicio - Malthus estaba equivocado acerca del papel de la ley de los rendimientos decrecientes como causante de una disminución en el crecimiento poblacional.
De hecho, una creencia entre los economistas clásicos (s. XVIII y XIX) es que los rendimientos decrecientes impedían un crecimiento “ascendente, radical y permanente” (Wrigley 1988). En ese sentido, Wrigley nos recuerda el aforismo e pur si muove, que es una expresión desafiante pronunciada (presuntamente) por Galileo ante el tribunal de la Inquisición, que se traduce como “y aún así, se mueve”. Léase como: “ustedes creen que la tierra no se mueve, dicen que es el centro del universo pero, aún así, la tierra se mueve”.
En el artículo, Wrigley explica el origen de esta creencia, así como porqué sus predicciones no se cumplieron y terminamos observando el crecimiento económico de los siglos XIX y XX. La explicación se basa en las fuentes de energía: Wrigley distingue entre una economía orgánica y una economía ‘capitalista’, según se obtenga la energía de la biomasa o fuentes fósiles.

Transformación de la productividad agrícola

Para producir por encima de las demandas de una población creciente, se necesita que los recursos disponibles rindan más: mayor eficiencia en el proceso de producción.
Fuerza laboral en la agricultura en 1800:
Inglaterra: 40%;
Europa: de 60% a 80%
Esto se debe a un aumento de la eficiencia agrícola logrado entre 1600 y 1800.
La mayor eficiencia se logró en producción de alimentos y de materias primas para la producción, y permitió que la fuerza laboral pudiera emplearse en actividades secundarias y terciarias.
Midiendo la energía en footpounds (energía necesaria para levantar una libra a un pie de altura), podemos hacer comparaciones en “fuerza caballar” (o sea, cuantos caballos tiene un país, considerando humanos, bueyes, caballos y otros animales).
Básicamente, la premisa es: como se requiere energía, es mejor arado que azadón y carro que carretilla.
Wrigley se basa en un estudio (O’Brien and Keyder 1978) que utiliza estas equivalencias:

Equivalencia de horas de trabajo
Buey Humano Caballo HumanoPorCaballo
Máx 1 3.8 0.50 7.5
Mín 1 3.8 0.75 5.0

Resulta que, utilizando estas equivalencias, a inicios del s. XIX Francia disponía de unos 3.6 caballos por 100 acres, en tanto inglaterra disponía de 5.8 caballos por 100 acres, una diferencia de más de 60%. Esto fue resultado de 200 años de evolución en Inglaterra. De los estudios de diversos autores, Wrigley resume esta evolución así:

Energía Caballar por Trabajador en Inglaterra
c.1700 c.1800 Aumento
Energía 0.55 0.7 26.7%


Inglaterra tiene una gran capacidad caballar y una relación de tierras de pastoreo a tierras de cultivo mayor que en el continente. Esto significa 2 cosas: dieta balanceada (cereales y animales); más estiércol para abonar la tierra (aquí sirven los caballos), facilitando un ciclo de siembrea y cosecha menos volátil.
De hecho, según datos de las propiedades Bull, el 14% del presupuesto anual se dedicaba a mejorar el suelo (s. XVIII). Este sería el rubro más alto, seguido del 13% dedicado a cosecha y 9% a labranza y preparación del suelo.
Finalmente, Wrigley nos recuerda las ideas de dos economistas clásicos:
* Malthus: la agricultura capitalista exige producir suficiente para el sustento del campesino y su familia, más un rendimiento para el capital invertido por el arrendatario.
* Smith: la manufactura le brinda comodidades al agricultor, y cuando el agricultor es más eficiente produce mayor volúmen, lo cual favorece a la manufactura.
A decir de Wrigley, en otros contextos institucionales, el aumento en la productividad agrícola pudo no darse si los campesinos decidieran quedarse a trabajar en el campo. En cambio, en Inglaterra sucedió que el exceso de fuerza laboral migró a otras actividades.

Los límites del crecimiento y el nivel de vida

Al igual que Malthus, Smith era pesimista respecto al ingreso real de los trabajadores, debido a unas creencias acerca de la conducta de las personas pobres: alta fecundidad en épocas de alta productividad, lo cual consumía el excedente de recursos.

Los economistas clásicos concebían el crecimiento económico como algo asintótico, con tendencia al estado estacionario, y no como un fenómeno exponencial, sostenido en el tiempo. Esta creencia tiene fundamento: después de todo, la productividad estaba acotada por la productividad de la tierra.

Presagios de un nuevo regimen

El error de los economistas clásicos se da porque conocían únicamente la capacidad productiva de una economía orgánica: que solo tiene acceso al flujo de energías que se dan en su tiempo (sol, madera, viento, disponibles en un periodo). En cambio, lo que propició la ocurrencia de la revolución industrial fue la transformación a una economía capitalista: que tiene acceso a las reservas de energía acumulados a través del tiempo (como los combustibles fósiles).
Hoy sabemos que esos combustibles tienen una vida finita, pero para las realidades de la Inglaterra del s. XIX, el carbón disponible en la isla era una cantidad inmensa.

Malthus distingue 4 necesidades básicas del hombre, y en su época todas rivalizan entre ellas: alojamiento, alimento, vestido y lumbre. Aprovechar el carbón tuvo un efecto reductor en este ‘tradeoff’, porque ya no era necesario sacrificar el espacio para conseguir lumbre (no necesitas leña si tienes carbón, que además produce el doble de calor por unidad de peso).
Además, había una diferencia considerable entre el carbón y la leña/madera en aquella época: desde el s. XVI aumentó la demanda de combustible (por el crecimiento de la población), lo cual provocó una escasez relativa de madera, en tanto el carbón no había sido explotado de forma considerable hasta el s. XIX. Por lo tanto, el carbón era una fuente de energía idónea: rinde más, es más abundante, había yacimientos cerca de zonas navegables.

Finalmente, también la necesidad de alojamiento dejó de rivalizar con la necesidad de vestido y alimento gracias a la explotación del carbón: se dejó de utilizar madera para construir casas, y se cambió por ladrillos baratos cuya fabricación se favoreció con el uso del carbón.
Así se explica el error de los economistas clásicos: no conocían las capacidades de una economía capitalista.

Ascenso y caída de la República de Holanda

En el siglo XVII, Holanda vivió un apogeo que después terminaría en un estancamiento. La razón del auge, según un estudio citado por Wrigley (Zeeuw 1978), fue el acceso barato e inmediato a la turba (una especie de carbón que se da en zonas pantanosas), que permitió el auge de muchas industrias que requieren calor.
Dicho auge fue efímero porque: produce la mitad de calor que el carbón; y no existían reservas tan grandes de turba en Holanda como las de carbón en Inglaterra.
Wrigley comenta, no obstante, que esta no es la única explicación para la caída de la República de Holanda.

Conclusión: Precios y bienestar en una economía orgánica avanzada

La economía inglesa de los siglos XVII y XVIII se caracterizó más como una economía orgánica que una capitalista, al estar sujeta más bien a ls restricciones que impone el flujo de energía, y no tener acceso pleno a los depósitos de energía fósil.

La producción y la población tendían a crecer a la par en la economía orgánica avanzada, y esto se puede apreciar en la figura siguiente, donde Wrigley nos muestra que el índice de precios de productos de consumo aumentaba y disminuía de la mano del cambio demográfico, hasta mediados del s. XIX (ya entrados en la economía capitalista).

“Porcentaje de las tasas anuales de crecimiento demográfico y de precios de los productos de la cesta de la compra”

“Porcentaje de las tasas anuales de crecimiento demográfico y de precios de los productos de la cesta de la compra”

De manera similar, en la economía orgánica el salario real estaba vinculado al comportamiento demográfico, aunque esta relación es inversa:

“Porcentaje de las tasas anuales de crecimiento demográfico y del índice de salarios reales”

“Porcentaje de las tasas anuales de crecimiento demográfico y del índice de salarios reales”

Vemos que el punto más bajo ocurre a inicios del s. XVII y lo constituyen algunas observaciones fuera de la tendencia (a la cual se regresa), y que no se rompe hasta mediados del s. XIX (en la economía capitalista).

En ambas figuras, se puede notar que un crecimiento poblacional superior al 0.5% ya significaba reducciones del poder adquisitivo (figura 1) o salario real (figura 2). También debe notarse que las decadas finales de la economía orgánica (inicios del s. XIX) no fueron favorables para los salarios reales, aunque sí se dio un aumento de la población en esa época.
Al respecto, Wrigley menciona: “Durante el perido en que los economistas clásicos estuvieron en activo tenían buenas razones para ver con preocupación la perspectiva a largo plazo, a pesar de la gran energía desplegada por industrias como la de los algodoneros, de lo cual ellos eran completamente conscientes… En la realidad, sus miedos más terribles no se realizaron.”

Referencias

O’Brien, Patrick, and Caglar Keyder. 1978. Economic growth in Britain and France 1780-1914: Two paths to the twentieth century. https://doi.org/10.4324/9780203802816.

Wrigley, E. A. 1988. “The advanced organic economy.” In Continuity, Chance and Change, 34–67. Cambridge University Press. https://doi.org/10.1017/cbo9781139168045.003.

Zeeuw, J.W.de. 1978. “Peat and the Dutch Golden Age.” AAG Bijdragen 21 (1978): 3–32.