title: āEl pintor de mariposasā author: āRebeca SĆ”nchez Riveraā date: ā8/9/2020ā output: html_document
š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦
Ćrase una vez un pintor pobre ya muy viejecito que vivĆa en una humilde buhardilla. Los vecinos no sabĆan nada de el; solamente que se llamaba el seƱor Juan, que no tenĆa familia ni amigos y que se las arreglaba el solo en su modesto cuartito, teniĆ©ndolo siempre muy bien aseado y alimentĆ”ndose poco mas que con un panecillo y una botella de leche que la portera le dejaba todos los dĆas junto a la puerta de su vivienda. El seƱor Juan habĆa sido en otros tiempos un buen pintor, pero hombre sencillo y sin pretensiones, preferĆa pintar a su gusto y no al de las personas que estaban en buena posición, y que sin duda le habrĆan ayudado a ser rico y famoso. AsĆ poco a poco fue perdiendo a sus clientes, hasta quedar completamente olvidado. Entonces, para ganarse la vida como pintor, tuvo que aceptar encargos muy humildes.
Ćltimamente su oficio no consistĆa mĆ”s que en retocar mariposas. En la ciudad habĆa muchas personas, niƱos y mayores, que coleccionaban estos bellĆsimos insectos en cajitas con tapas de cristal dentro de las cuales las colocaban atravesadas con un alfiler y con las alas extendidas. Y ya sabĆan que si por cualquier cosa alguna de estas mariposas perdĆa sus bellos colores, habĆa que llevĆ”rsela al seƱor Juan; quiĆ©n enseguida la pintaba de nuevo, y muy artĆsticamente por cierto, con sus pinceles.
El seƱor Juan estaba un dĆa inclinado sobre su mesita de trabajo frente a la pequeƱa ventana de su cuartito cuando descargó un fuerte aguacero. āPobres mariposillasā āexclamó viendo a travĆ©s de los cristales el cielo cubierto de nubes que se deshacĆan en gruesas gotas de lluvia- āEl agua que estĆ” cayendo serĆ” muy cruel para las que no tengan dónde ampararseā¦ā En esto, vio venir hacia el a una mariposa que agitaba angustiosamente sus alitas mojadas por la lluvia. Poco le faltó para que no pudiese llegar, pero hizo un esfuerzo supremo y consiguió cobijarse en un rincón de la ventana, quedĆ”ndose ahĆ inmóvil, como si estuviera muerta.
El seƱor Juan la contempló un momento, casi con lĆ”grimas en los ojos, pues estaba tan solo y se habĆa familiarizado tanto con las mariposas, que aquellos minĆŗsculos seres podĆa decirse que formaban parte de su misma vida. Abrió la ventana, y con muchĆsimo cuidado tomo suavemente a la mariposa por las alas y se la puso en la palma de la mano. āOh, vive todavĆaā āexclamó viendo que la mariposa se habĆa movido un poco- āVoy a ver si consigo salvarla⦠pero pobrecilla, que maltrechas tiene las alas, con lo bellĆsimas que debieron ser, a juzgar por las manchitas de color que aĆŗn le quedanā.
Entonces encendió una vela, y sin quitarse a la mariposa de la mano, la fue acercando y retirando, procurando que no fuese excesivo para ella el calor de la llama, hasta que consiguió que se secara por completo. Poco a poco la mariposa se fue reanimando, y hasta se dirĆa que, al volver de nuevo a la vida, se daba cuenta de que el seƱor Juan la habĆa librado de la muerte; pues en su mirada, en sus pequeƱitos ojos se reflejaba una infinita gratitud.
El anciano pintor se puso contentĆsimo al verla revivir. Y entonces, decidido a coronar su obra exclamó: āNo importa mi pobre mariposilla que la lluvia te haya maltratado, ya verĆ”s que alas tan bonitas te voy a pintarā. Y en efecto, el seƱor Juan tomó los pinceles, los mojó en los tarritos de colores, y le fue pintando las alitas a la mariposa con los mĆ”s bellos matices del arco iris. Ella, como si se diera cuenta de la obra del pintor, se dejaba hacer dócilmente, y al final, cuando Ć©ste hubo terminado, la mariposa radiante de alegrĆa, extendió sus alas con orgullo y dio varios vuelos por la habitación como si estuviera en casa de la modista probĆ”ndose un nuevo y elegantĆsimo vestido. DespuĆ©s dio varios giros delante del seƱor Juan, como despidiĆ©ndose, y salió por la ventana al aire libre, donde el sol ya lucĆa nuevamente.
Al otro dĆa estaba sentado el seƱor Juan frente a su mesa de trabajo cuando al alzar la vista observó con sorpresa que tres mariposas revoloteaban con insistencia ante los cristales de la ventana, como si quisieran entrar. āCaramba, tres nuevas visitasā-se dijo el seƱor Juan- āParece que quieren algo estas mariposas. ApostarĆa que han visto las alas que le pintĆ© a su compaƱera, y vienen a pedirme de favor que les haga otras igualesā.
Y claro que esto era lo que querĆan las mariposas: apenas les hubo abierto la ventana el seƱor Juan, cuando corrieron a posarse sobre su mesa, entre los tarritos de colores y los pinceles. El seƱor Juan, repuesto ya de la sorpresa, puso manos a la obra. Y al poco rato, con sus nuevos vestidos de gala, radiantes de contento, salĆan por la abertura de la buhardilla las tres lindas mariposas.
#š¦š¦š¦
A partir de entonces, raro era el dĆa en que el anciano pintor no recibĆa la visita de tres o cuatro mariposas, que acudĆan a el para que las engalanase como a sus compaƱeras. DirĆase que, contĆ”ndoselo las unas a las otras, se habĆa corrido la voz de su arte maravilloso por el mundo de tan delicados insectos. El seƱor Juan estaba contentĆsimo con esta nueva aplicación de su arte. āQue feliz soyā āse decĆa- āEsto me compensa de todas mis amarguras. Ellas, las mariposas, han sabido comprender el arte que yo tengo mejor que los hombresā.
Pero, Ā”ay! abstraĆdo en su trabajo el seƱor Juan se olvidaba muchos dĆas hasta de comer. Sentado horas y horas ante su mesa ya ni siquiera salĆa a la calle en busca de los encargos que le permitĆan ganar algunas monedas con las que ir atendiendo sus necesidades, y claro el pobre viejo, aunque era feliz, se fue desmejorando poco a poco, hasta convertirse en poco mas que una sombra de si mismo.
Un dĆa, al subir la portera como de costumbre a dejarle la botella de leche y el panecillo junto a la puerta, se encontró con que aĆŗn seguĆan ahĆ los que habĆa puesto el dĆa anterior. āQue raroā āexclamó- āĀæLe habrĆ” pasado algo al seƱor Juan?ā. Muy preocupada llamó varias veces a la puerta. Pero nadie le contestó. Entonces fue a buscar una llave, y pocos minutos despuĆ©s cuando pudo entrar al cuartito, se encontró con el pobre anciano, y ya habĆa muerto. AllĆ estaba, ante su mesa, con la cabeza caĆda sobre sus brazos. El sol que entraba a raudales por la ventana, le baƱaba el bondadoso rostro. Debió morir muy dulcemente mientras trabajaba, pues tenĆa una sonrisa en los labios y aĆŗn sostenĆa un pincel entre los dedos.
Como el seƱor Juan no tenĆa familia y era muy pobre, la portera tuvo que avisar al Ayuntamiento para que Ć©ste se ocupara del entierro. Y aquella misma tarde acudió a su casa el humilde servicio municipal de funerales para conducir los restos del viejo pintor al lugar de su eterno descanso.
Pero apenas echó a andar el destartalado coche, arrastrado por un caballo de mala muerte y sin que nadie formara parte de la comitiva, cuando apareció delante de el una linda mariposa. Esta revoloteó unos instantes sobre el feo carruaje y despuĆ©s fue a posarse encima del ataĆŗd. A los pocos pasos no una, sino diez mariposas hicieron lo mismo. Unos transeĆŗntes que por allĆ pasaban se detuvieron muy sorprendidos al advertir la presencia de aquellas mariposas. Pero la cosa no paró ahĆ: unos metros mas adelante acudieron mĆ”s de cien mariposas, a continuación otras cien y asĆ, ante el asombro de la gente que se fue congregando en torno al carruaje formando copiosa multitud, millares y millares de alegres mariposas, todas ellas de colores bellĆsimos, engalanaron el coche fĆŗnebre que conducĆa el cuerpo del seƱor Juan.
Nunca se habĆa visto en la ciudad un entierro tan maravilloso. El anciano pintor recibĆa asĆ el tributo de agradecimiento de las mariposas; y fue enterrado con un esplendor tal que hasta los mismos reyes envidiarĆan.
FIN
š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦
š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦š¦
El pintor de mariposas
El seƱor Juan