Creo que lo que llaman cuentos de hadas es una de las formas más grandes que ha dado la literatura, asociada erróneamente con la niñez (J. R. R. Tolkien)

Hilo dorado

Los gigantes, viajeros y hechiceros, poseedores magnánimos de sus propios cuerpos con espíritus benévolos, seres casi perfectos, exceptuando sólo por un único detalle. De sus pies les salían unos largos hilos dorados de carne, con los cuales no podían absolverse de su torpeza al caminar.

Algunos habían intentado cortar estos delgados y aparentemente débiles hilos con los cuchillos más afilados por los teúrgos, más no terminaban de cortarlos, cuando de un único folículo salían dos hilos dorados más; ya los gigantes resignados se adaptaron a su desgracia sólo por no dejar de hacer lo que mas amaban: viajar.

De andar de viaje en viaje, no había conocedores mas virtuosos del arte de la hechicería sobre la Tierra y nadie entendía como es que aquellos sabios seres no podían deshacerse de su desdicha.

Observando desde la orilla de un transparente río como un pájaro se posaba sobre una fina hoja de árbol de roble, miraba aquel gigante el instante mágico en el que parecía que aquella ave tan ligera estaba llena de vacío.

Con el ánimo de un crío, intentó imitarla y sintió como aún siendo un gigante podía sentirse tan ligero, más grandioso efecto era sólo posible cuando su mente callaba, como si el peso de su imaginario fuera lo más pesado que poseyera su alma. Poco a poco fue abriendo los ojos que había cerrado inmerso en la sensación, y observó en el reflejo del agua del río, como esta al moverse hacía parecer a su cuerpo una mera ilusión.

¿Qué te hace permanecer tan ligero, pajarito de hermoso plumaje del color del sol? Lanzó este una hermosa tonada, y entre los espacios de silencio que había entre cada nota, el gigante encontró la respuesta a la pregunta a la cual había dedicado su vida entera, solo era capaz este vacío entre el sonido de dar forma a tan hermosa canción, no eran las notas sino su fidelidad al ritmo lo que producía tanta armonía a su corazón.

Supo así entonces, que los dorados hilos de sus pies eran como los sonidos que aquel pájaro cantaba y su mente el espacio vacío que les daba forma, más estando no tan vacío, sino inundado de un consciente colectivo, producía siempre los mismos efectos, ya la creatividad había perdido su espacio entre la estupidez de las rutinarias ideas que por siglos habitaron su mente.

Fue así como por vez primera, fue libre de hacer con su realidad lo que a su antojo y con voluntad quisiera, moviendo sus hilos de carne, como finos tejidos de oro, se hizo un ropaje con sus propios hilos, que utilizó de ahora en adelante durante las frías noches de invierno, y de día eran como brazos que le ayudaban a moverse y recolectar frutos y acariciar a cada hermoso pajarito que se cruzara desprevenido en su camino.

Los largos y finos hilos dorados de carne no habían sido nunca ataduras y desdichas para los gigantes, sino que inmersos en el fatalismo de la entropía del universo habían hecho de lo que hace mucho tiempo había sido un regalo de los dioses un terrible martirio. Los gigantes, hábiles hechiceros, conocían de efectos más no de magia, hasta que un receptivo gigante sentado a la orilla de un río de aguas transparentes observó por vez primera los oscuros y recónditos escondites del designio de su conciencia. Dio paso, este acto fecundo, a la magia verdadera, inspirada por la guerra que hace caer los muros de las debilidades y fortalezas para dar paso a la libertad.

Imagen de referencia: “La giganta”, de Leonora Carrington

El anterior cuento corto ha sido de autoría propia, sin embargo, siempre es bueno leer más de un cuento, por lo que dejo el siguiente link con cuentos de otros autores: [https://psicologiaymente.com/cultura/cuentos-cortos-para-adultos]