Por años, una pregunta fundamental de la Economía, ha sido: ¿Qué deben hacer las economías modernas para procurar mejoras continuas en el bienestar de la sociedad?; desde innumerables autores han llegado variadas respuestas a ese interrogante. Mientras unos consideran que, para que un país incremente continuamente el bienestar sus ciudadanos debe poner todas sus fuerzas en crecer continuamente (esto es, lograr aumentos continuos del Producto Interno Bruto), otros creen que lo más importante es la inversión social, y, especialmente, el gasto público en la satisfacción de necesidades y derechos básicos (como la educación).
La pugna evidenciada con anterioridad se refleja de forma real en casos como el de Nueva Zelanda, país que, en 2019, decidió abandonar por completo el PIB como indicador para medir la salud de su economía; en cambio, decidió adoptar un enfoque de evaluación dirigido estrictamente a la búsqueda del “bienestar real” de la población, a través de la medición de indicadores de desarrollo humano.
Las disputas a nivel teórico para responder a la pregunta formulada con anterioridad, han sido muchas, y lo seguirán siendo más a través del tiempo. Sin embargo, al aterrizar esa pregunta a los datos, lo que la evidencia cuantitativa sugiere es una idea sencilla: todos podrían tener la razón, pero en su justa medida. Lo que los datos podrían estar sugiriendo es que entre estas visiones no existe una relación mutuamente excluyente, sino más bien una complementariedad. Podría ser entonces que, por ejemplo, ninguna economía moderna pueda fiarse de mejorar el bienestar de su población cuidando celosamente su PIB, desatendiendo otros indicadores de orden social. De forma análoga, ningún Estado puede ser indiferente a la búsqueda constante de estrategias que propendan por el crecimiento del PIB, centrándose única y exclusivamente en indicadores sociales. Los datos legitiman las ideas anteriores, y en el presente trabajo se revisarán algunos resultados que van en esa vía. A continuación, se describe un análisis exploratorio de algunos datos, en el que se especificarán algunas estadísticas descriptivas.
El PIB per cápita (o PIB por habitante), se obtiene dividiendo el PIB entre el número de habitantes. Este indicador permite comparar el bienestar de los habitantes de distintos países, ya que representa el valor de los bienes y servicios producidos por cada uno de ellos. En el siguiente mapa se muestra cómo el PIB per cápita varía según el país. El tono del color corresponde a la magnitud del indicador, cuanto más oscuro sea el tono de color, menor será el valor del PIB per cápita. Se observa que en el continente africano se concentran los países con el valor per cápita más bajo, con algunas excepciones como Botswana, Gabón y Sudáfrica. El PIB Per Cápita más alto se encuentra distribuido en países de Europa, Norte América, Asia y Oceanía.
El desarrollo y crecimiento de un país, debe medirse no solo por el ingreso per cápita, sino también por los logros en materia de salud y educación. La clasificación de los países por su valor de Índice de Desarrollo Humano (o HDI, en sus siglas en inglés) transformó el discurso del desarrollo y relevó el ingreso per cápita como el único indicador del progreso realizado en materia de desarrollo.
El índice HDI aporta valores entre 0 y 1, siendo 0 la calificación más baja y 1 la más alta. En este sentido, la PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) clasifica a los países en tres grandes grupos:
• Países con Alto desarrollo Humano (“High Human Development”). Tienen un HDI mayor de 0,80. • Países con Medio desarrollo Humano (“Medium Human Development”). Tienen un HDI entre 0,50 y 0,80. • Países con Bajo desarrollo Humano (“Low Human Development”). Tienen un HDI menor de 0,50.
Los cinco países que encabezan la clasificación mundial según el HDI son Noruega (0,954), Suiza (0,946), Irlanda (0,942), Alemania (0,939) y Australia (0,938). Los que ocupan los últimos cinco puestos son Mali (0,427), Burundi (0,423), Chad (0,401), República Centroafricana (0,381) y Níger (0,377).
El continente africano tiene el Índice de Desarrollo Humano más bajo del mundo, a pesar de ser uno de los continentes más ricos por sus reservas de minerales, materias primas, biodiversidad, culturas y etnias. Según el informe del PNUD: 315 millones de personas viven en situación de pobreza; 319 millones no tienen acceso al agua potable y 200.000 menores son utilizados como soldados, esclavos domésticos o son explotados sexualmente.
Los países suramericanos se encuentran en el grupo de HDI medio, con excepción de Chile, Argentina y Uruguay que alcanzan a sobrepasar HDI de 0,80 ubicándolos en el grupo Alto.
En el siguiente gráfico se observa por cada uno de los continentes, la distribución del PIB Per cápita. Se trata de un conjunto de datos heterogéneos con medias y medianas de alta variabilidad.
En el caso del continente africano, su valor promedio es inferior a todos los demás continentes. En el continente europeo se observa una asimetría positiva o sesgada a la derecha. Se evidencian datos atípicos como Luxemburgo en el extremo superior, y Ucrania en el extremo inferior.
En el caso de América del Sur, su promedio es superior al del continente de Asia. Se evidencian datos atípicos en el extremo superior como Uruguay y Chile.
En el siguiente gráfico se observa por cada uno de los continentes la distribución del HDI. Se trata de un conjunto de datos heterogéneos con promedios muy variables.
En el caso de Norte América, se observa un promedio de 0,73. El 75% de los países tienen un HDI menor o igual a igual 0,795. Se evidencian datos atípicos en el extremo superior como Canadá y Estados Unidos. A diferencia de América del Norte, Europa tiene un promedio más alto, de 0,861, Se evidencia una Curtosis Platicúrtica, pues los valores tienden a estar más dispersos.
El continente africano posee el promedio más bajo de todos los continentes, con promedio de 0,546. Hay asimetría positiva o sesgada a la derecha, lo que indica que los valores comprendidos entre el 25% y 50% están más concentrados que entre el 50% y 75%.
El continente asiático tiene un promedio de 0,699, ubicándolo por debajo de Europa y América del Norte. El 75% de los países tienen un HDI menor o igual a igual 0,752. Se presentan datos atípicos en el extremo superior e inferior.
Para América del sur, se observa un promedio de 0,772. El 50% de los países tienen un HDI entre 0,758 y 0,808. Se presentan datos atípicos en el extremo superior e inferior. Hay mayor dispersión de los datos entre el 50% y 75% que entre el 25% y 50%.
En el siguiente gráfico se presenta una tabla de correlaciones (o correlograma) en la cual es posible ver las correlaciones existentes entre todas las variables incluidas en el análisis, que son: Producto Interno Bruto Per cápita (en dólares, año 2018), Índice de Desarrollo Humano (IDH, año 2018), Coeficiente de Gini (promedio 2010-2017) y Emisiones de CO2 (toneladas métricas per cápita, año 2016). Inicialmente, es preciso anotar que todas las correlaciones expresadas en este gráfico son estadísticamente significativas. Son varios los coeficientes de correlación expresados en este gráfico, y sobre algunos nos remitiremos en algunos momentos; por ahora, pondremos la lupa sobre uno en especial, que expresa la correlación fuerte y positiva (0,71) entre el PIB Per cápita y el IDH; lo que está indicando esta relación es que, según los datos, un país que tiene alto PIB per cápita tiende, a su vez, a tener altos índices de desarrollo humano, esto es, tiende a tener una población mejor educada (medida como años de escolaridad), con buena salud (medida como esperanza de vida) y con altos ingresos (medidos con la renta nacional per cápita). Esta medida deja entrever un hecho interesante (que además puede brindar insumos para responder a la pregunta de investigación): podría tener sentido para un Estado moderno, buscar aumentar progresivamente su PIB (logrando así, un PIB per cápita cada vez más alto), si su propósito es lograr mayor bienestar o desarrollo en la sociedad.
A continuación, podemos ver otro tipo de tabla de correlación que arroja los mismos resultados que la anterior.
Para complementar el hallazgo anterior, a continuación, se presenta un gráfico que confirma las intuiciones detrás de los datos arrojados por la tabla de correlaciones.
La gráfica anterior relaciona el PIB per cápita (eje y) con el Índice de desarrollo humano (eje X). La línea (azul) que representa el ajuste de todos los puntos (países) en la gráfica, deja entrever que existe una relación directa (aunque no lineal) entre estas dos variables. Es interesante notar, que al agrupar (clusterizar) algunos países teniendo en cuenta estas dos únicas variables, es posible llegar a resultados como el que se presenta en el siguiente dendrograma.
En este gráfico se puede notar una tendencia, y es el agrupamiento de algunos países latinoamericanos en un mismo clúster. Este gráfico indica que países como Brasil, Colombia, Chile, Paraguay, Ecuador, Bolivia y Perú presentan valores asociados al PIB per cápita e IDH, muy similares entre sí. Este mismo tipo de agrupamiento se da para algunos países del continente asiático, como Filipinas, Indonesia, Sri Lanka y Tailandia. Un fenómeno interesante que no hay que dejar de perder de vista, es que países como Argentina y Uruguay se agrupan en clústeres diferentes al de países suramericanos; incluso, estos dos países comparten grupo con otros países del continente asiático. Esto, podría estar indicando, no solo que estos dos países presentan niveles de desarrollo distintos a los países suramericanos, sino que estos niveles son superiores a los de sus pares.
Dejando de lado los resultados del dendrograma, y centrándonos de nuevo en la pregunta de investigación, cualquier persona, hasta este punto, podría estar considerando al PIB como el principal impulsor de bienestar dentro de una sociedad; al fin y al cabo, los datos están indicando una relación fuerte y positiva entre esta variable y condiciones correspondientes al desarrollo humano (salud, educación e ingresos), sin embargo, llegar a esta conclusión sería como contar una verdad a medias. Para descubrir lo que le falta a esta verdad, será necesario volver sobre la tabla de correlaciones presentada ya con anterioridad.
La tabla de correlaciones indica que existe una correlación fuerte importante entre el coeficiente de Gini y el PIB per cápita. Recordemos que el coeficiente de Gini es un número entre 0 y 1, donde 0 representa total IGUALDAD, mientras que 1 representa total DESIGUALDAD. El coeficiente de correlación entre estas dos variables es igual a -0,36; lo que está indicando este coeficiente, es que países con mayor PIB per cápita, tienden a tener menores coeficientes de Gini, esto es, tienden a ser más igualitarios. Para ir un poco más allá de este número, es necesario presentar el siguiente gráfico.
La gráfica anterior relaciona el PIB per cápita (eje y) con el coeficiente de Gini (eje X). La línea roja, que representa el ajuste de todos los puntos (países) en la gráfica, permite ver que existe una relación no lineal entre estas dos variables. Lo interesante de este gráfico, no es realmente aquella línea de ajuste; sería irresponsable detenerse en un detalle tan general como ese, perdiendo de vista algo que está sucediendo de forma específica con algunos países, especialmente, con los que se encuentran en el cuadrante No. 1. Para facilitar el análisis, fue necesario dividir la gráfica en cuatro cuadrantes. La línea horizontal que se traza desde el eje Y representa el valor mínimo del PIB per cápita desde el que un país se puede considerar del primer mundo (o rico). Por otro lado, la línea vertical que se traza desde el eje X representa el valor del coeficiente de Gini desde el que un país debiera prestar atención a la desigualdad de riqueza dentro de su territorio. Al trazar estas líneas, se formaron cuatro cuadrantes. Para propósitos de responder a la pregunta, no nos detendremos en cada uno de los cuatro cuadrantes, sino solo en uno, el cuadrante 1. Este cuadrante, específicamente, presenta aquellos países ricos que tienen un coeficiente de Gini mayor a 30. Dentro de este cuadrante, se encuentran potencias como Australia, Canadá, Francia, Alemania, Estados Unidos, Reino Unido, entre otros. Estos países ubicados en el primer cuadrante son desiguales, aun siendo ricos. El gráfico anterior está señalando que existen casos (algunos muy graves como el de Estados Unidos), de países con altos PIB per cápita, que presentan niveles de desigualdad importantes. Aquí la cuestión clave, es que en el cálculo del PIB no se considera en lo absoluto el índice de desigualdad. Al PIB realmente poco le importa cómo se distribuye la renta nacional en todo el territorio. Es por eso que altos PIB per cápita podrían estar enmascarando situaciones de desigualdad importantes en algún país. Este caso en particular reafirma lo planteado con anterioridad, y es que se equivoca el Estado que cree que el PIB por sí solo puede conducir a una sociedad a tener un completo bienestar. Si una economía está creciendo (y lo hace así también su PIB), pero las rentas derivadas de ese crecimiento se redistribuyen de forma desequilibrada, ¿podría considerarse que ese crecimiento está realmente trayendo bienestar a la población?, no hacen falta demasiados artilugios racionales para conocer esa respuesta.
El coeficiente de Gini no es el único indicador a tener en cuenta en este análisis. Existe otro que es de suma relevancia, sobre todo en lo que a crecimiento sostenible atañe, y es el de emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. La tabla de correlaciones presentada con anterioridad, indicaba que entre el PIB per cápita y el nivel emisiones de CO2 existía una correlación fuerte y positiva (0,69), esto es, los países con mayores PIB per cápita presentan mayores niveles de emisión de CO2, es decir, contaminan más. Este dato se refrenda con el siguiente gráfico:
En el gráfico anterior, de nuevo, vemos la distribución por cuadrantes que se presentaba en un caso anterior. Para este caso, la línea horizontal que se traza desde el eje Y representa el valor mínimo del PIB per cápita desde el que un país se puede considerar del primer mundo (o rico), mientras que, la línea vertical que se traza desde el eje X representa el valor correspondiente a emisiones de CO2 (per cápita por tonelada métrica) desde el que un país pudiera considerarse como un contaminante importante. De nuevo, los puntos (países) que resultan interesantes, son los que están en el cuadrante 1; lo anterior, porque son los países que tienen mayores PIB per cápita, pero también mayores niveles de emisiones de CO2 asociados; entre estos, países, se destacan: Estados Unidos, Holanda, Canadá, Australia y Finlandia. Al igual que en el caso del coeficiente de gini, el nivel de emisiones de CO2 refleja que el PIB, no solo no es el único indicador que se debe tener en cuenta a la hora de hablar de bienestar social, sino que además es uno que se encuentra íntimamente ligado con impactos negativos en términos ambientales.
Llegados hasta este punto, parece ya inevitable la siguiente conclusión, que parte de una idea descrita en el principio de este documento: Para impulsar mejoras en índices de desarrollo humano, los países del mundo podrían empezar por implementar estrategias que propendan por el crecimiento de su PIB, pero prestando especial atención a otros indicadores que pudiesen estar ligados a aspectos mucho más trascendentes que el PIB, como es el caso de indicadores de inequidad. Todo esto se puede reducir en una simple pregunta, que cualquier economía moderna puede hacerse justo ahora: ¿es sensato catalogar como exitoso un país que esté creciendo en su producción de bienes y servicios (PIB), pero cuyo crecimiento no está siendo redistribuido de forma inequitativa a todos sus ciudadanos y, además, si con él, está promoviendo el cambio climático? El futuro de la humanidad dependerá grandemente de la sensatez de los gobiernos al dar respuesta a este interrogante.