Esta bien podría no ser una anédota, una leyenda, nada tan profundo como una mariposa y la escafandra para Bauby, pero es sobre la experiencia de uno de mis libros favoritos.
El principito de Antoine de Saint-Exupéry es quizá una historia corta, es quizá un poema largo. Son las palabras de un hombre sobre un príncipe, un piloto que se estrelló en medio del Sahara y un sombrero, un sombrero que podría ser bien una boa.
Fue uno de los primeros libros que leí mientras aprendía a escribir y a leer, desde entonces lo he leído una y otra vez… no importa ya llevar la cuenta.Lo que sé de ello es que cada vez me resulta diferente, y es facinante, porque todos sus personajes siguen siendo iguales, es uno quien cambia, quien crece, y es precisamente ese uno de los tantos mensajes del libro.
Cuando crecemos, las boas se transforman en sombreros, la magia se traduce en números, las estrellas tienen dueño y los días se convierten en rutina. Sin que uno se de cuenta, la perspectiva de la vida ya no es la misma.
Cualquiera que haya leído el principto en su infancia notará que si se sumerge de nuevo en él, la historia habrá cambiado tanto que no resulta ya tan abstracta ni tan mágica como la primera vez, es más bien un cuento infantil que solo un adulto entiende.
Se vuelve entonces ya no una corta historia o un largo poema, es más bien una filosofía de cómo funciona la vida para la gran mayoría, nos habla de crecer y madurar, pero sin olvidar que una caja no es una caja solamente, que puede haber algún cordero por allí dentro.
¨Lo esencial el invisible a los ojos¨
Es así de simple, es así de bello: La forma en que decidimos ver las cosas depende solo de nuestro interior, de lo básico y natural, no importa que tanto se diga que la caja está vacía…