La libertad de oscilar: termodinámica de la civilización

Notas de autor

Este texto constituye la tercera entrega de la Trilogía sobre Complejidad y Poder, junto a Capital Social y Capital Económico: dos caras del poder y Una retrospectiva a los principios de diseño contemporáneos. Si las dos primeras piezas abordaron la estructura relacional y epistémica del poder, esta última explora su dimensión termodinámica: la tensión entre control y libertad, entre orden impuesto y diversidad viva.

La tesis es sencilla y radical: toda forma de vida necesita libertad de oscilar. Allí donde la oscilación se reprime, la diversidad se agota, la inteligencia se adormece y la civilización se vuelve frágil.


El principio de oscilación

En física, la entropía mide la tendencia natural de los sistemas a dispersarse, a multiplicar sus configuraciones posibles. En biología y cultura, esa tendencia se traduce en diversidad, error, creatividad, evolución.

Pero la modernidad, obsesionada con el control y la eficiencia, ha tratado a la entropía como un enemigo. Ha querido construir sistemas perfectos, sin fricción, sin azar, sin ruido. El resultado no ha sido la estabilidad prometida, sino estructuras rígidas y homogéneas que sólo permanecen vivas mediante un gasto creciente de energía.

Edgar Morin lo advirtió: los sistemas cerrados mueren por exceso de orden. Emmanuel Lizcano mostró cómo los imaginarios colectivos —los lenguajes simbólicos con que pensamos— determinan nuestra capacidad de crear. Si nuestros imaginarios suprimen el error, suprimen la vida.

Aceptar la entropía no significa celebrar el caos, sino reconocer que la oscilación entre orden y desorden es el pulso de toda permanencia. Lo que vive no se estabiliza: respira.


La imposición de la homogeneización

Si la entropía tiende a aumentar, ¿cómo es posible que la cultura global parezca moverse en sentido contrario, hacia la uniformidad?

La respuesta es incómoda: la homogeneización no es un proceso natural, sino una reducción de entropía impuesta por estructuras de poder. Medios de comunicación, algoritmos, mercados y burocracias trabajan en conjunto para suprimir la variación y garantizar la previsibilidad.

Esta imposición tiene genealogía. Adorno y Horkheimer lo diagnosticaron como industria cultural: la producción masiva de consenso. Byung-Chul Han lo actualizó para el siglo XXI: vivimos la expulsión de lo distinto. Guy Debord lo convirtió en advertencia estética: el espectáculo ha sustituido la experiencia.

La paradoja contemporánea es que, mientras la información se multiplica, las miradas se unifican. El planeta, diverso en climas, lenguas y territorios, se comporta cada vez más como un único algoritmo. El resultado es un empobrecimiento cognitivo: una civilización que observa todo con los mismos ojos y entrena los nuevos ojos para que vean igual.


Recuperar la libertad de oscilar

Frente a esta reducción impuesta, recuperar la oscilación se vuelve una tarea civilizatoria. La libertad, entendida desde la complejidad, no es mera ausencia de límites: es la capacidad de moverse entre límites, de explorar el espacio de lo posible sin quebrar el sistema.

La pérdida de esa libertad es la raíz de nuestra fragilidad. Sociedades y tecnologías diseñadas para eliminar el error acaban destruyendo su capacidad de aprender. La homogeneización reduce la entropía, pero también la adaptabilidad.

La verdadera resiliencia —diría Nassim Taleb— surge de exponerse al desorden, no de huir de él. Un sistema antifrágil crece con la perturbación. De modo análogo, una civilización antifrágil se nutre de su pluralidad interna.

Restaurar la libertad de oscilar significa, entonces, permitir que las culturas, los lenguajes, las ideas y los individuos vuelvan a fluctuar; que se recupere la diversidad de percepciones y ritmos. La libertad no es sólo un derecho: es una ley termodinámica de la vida.


Epílogo: las ciudades sin vida (o el costo de negar la oscilación)

Esta ley se hace visible en el colapso urbano contemporáneo. En el siglo XXI, mientras la población mundial supera los ocho mil millones, el planeta parece cada vez más vacío. Las ciudades se extienden, pero el territorio se retrae. Las torres crecen, pero los vínculos se erosionan.

Las llamadas ciudades fantasma —Ordos Kangbashi en Mongolia Interior, Tianducheng en China, o Songdo en Corea del Sur— son monumentos al fracaso del control. Ciudades que poseen todo menos lo esencial: habitantes que las hagan vibrar.

El urbanismo moderno ha querido planificar la vida como si fuera un algoritmo. Pero una ciudad sin oscilación, sin error, sin azar, es un cuerpo sin pulso. Jane Jacobs lo sabía: “Las ciudades tienen la capacidad de proveer algo para todos, sólo porque, y sólo cuando, son creadas por todos.” El urbanismo existe porque existen ciudades; las ciudades no existen porque haya urbanismo.

Los intentos por repoblar el interior de los Estados Unidos o revitalizar pueblos europeos vacíos revelan la misma paradoja. No se puede poblar un territorio vacío de sentido. La homogeneización ha borrado las diferencias que daban identidad a los lugares. Allí donde todo se parece, nada nos convoca.

La entropía, sin embargo, siempre regresa. La vida se infiltra, la materia se oxida, el tiempo introduce ruido. La oscilación —reprimida o negada— termina abriéndose paso.

Quizá la tarea civilizatoria que nos espera no sea construir más ciudades, sino volver a habitar las que tenemos: con diversidad, con error, con libertad de oscilar.


Referencias

  • Adorno, T. & Horkheimer, M. (1947). Dialectic of Enlightenment.
  • Debord, G. (1967). La société du spectacle.
  • Han, B.-C. (2017). La expulsión de lo distinto.
  • Jacobs, J. (1961). The Death and Life of Great American Cities.
  • Lizcano, E. (2006). Imaginario colectivo y creación matemática.
  • Morin, E. (1999). La cabeza bien puesta.
  • Prigogine, I. (1980). From Being to Becoming.
  • Taleb, N. N. (2012). Antifragile: Things That Gain from Disorder.
  • Tainter, J. (1988). The Collapse of Complex Societies.

Prepared by John Ramírez, Independent Researcher & Strategic Analyst, specializing in Data, Governance, and National Security Strategy. Draft version prepared in the style of Chatham House publications. In review – November 2025.