Figuras:
Tablas:
“Si pueden aprender a odiar, se les puede enseñar a amar, porque el amor llega más naturalmente al corazón humano que a su opuesto” - Nelson Mandela.
La educación en Colombia representa un determinante en hechos como el desarrollo social y en los procesos de reproducción cultural del “Estado-nación” (Martínez, 2020). Según reportes oficiales proporcionadas por el Ministerio de Educación Nacional, se evidencian patrones preocupantes que revelan asimetrías socioeducativas: índices de deserción escolar que se incrementan con el aumento del nivel de escolarización (Rodríguez y Sánchez, 2019), disminución en el progresivo de la cobertura educativa conforme avanza el grado de escolaridad1, restricciones al acceso a infraestructura digital en instituciones periféricas respecto a los núcleos urbanos2, y una tendencia ascendente moderada en los indicadores de reprobación académica correlacionada con la progresión formativo (Martínez, 2020).
Para lo anterior, es imperativo conceptualizar la “cobertura educativa” como: la proporción cuantitativa entre la población estudiantil matriculada en el sistema formal y la totalidad poblacional en la correspondiente edad escolar (Álvarez y Rojas, 2018). Por otra parte, la “deserción” se definirá como: la desvinculación definitiva del educando respecto al sistema de formación formal antes de culminar el ciclo académico (Álvarez y Rojas, 2018). Así, como incentivo para el estudio: en el Departamentos de Nariño (Colombia), durante el año 2012, se registró una reducción de indicadores en cuanto a la cobertura educativa: el nivel de secundaria alcanzó apenas un 77,76 % de la población en etapa escolar, mientras que en educación media 3 descendió hasta el 53,64 %, sobre un total de 401.539 educandos censados (Barrera et al, 2018). Estos indicadores adquieren mayor importancia cuando se lleva a cabo una comparativita interregional, constatándose con territorios como Bogotá D.C. que, durante el mismo periodo (como referencia), el cual muestra índices de cobertura superiores al 85 % en educación secundaria.
Esta perpetuación de desigualdades educativas en la región Pacífica de Colombia se materializa en la “violencia simbólica” de Bourdieu (Bourdieu y Passeron, 2018), donde lo escolar actúa como mecanismo para validar las jerarquías sociales ya establecidas. En la región del Pacífico, la repartición inequitativa del “capital cultural” fomenta un estilo de subalternidad que caracteriza la exclusión (Bourdieu, 1986). Por lo que, estos indicadores de cobertura educativa constituyen un espacio de lucha donde las disposiciones incorporadas por los agentes periféricos dan trayectorias sociales (Bourdieu, 1990), mientras el Estado, consagra estas estructuras de dominación simbólica. Agregado a lo anterior, el panorama es agravado por fenómenos como: el desplazamiento forzado, la violencia estructural o el conflicto armado4 que, profundizan las desigualdades educativas (Infante, 2021). De acuerdo con la Comisión de la Verdad (para el año 2012), en el Departamentos del Cauca se dieron 14.310 casos de víctimas de desplazamiento forzado, sumado a otras dificultades (Ríos, 2017). Por todo lo dicho, se muestra inicialmente una correlación entre zonas con conflicto y un desarrollo educativo insuficiente, creando ciclos de marginalidad social y la vulnerabilidad recíproca (Rodríguez y Sánchez, 2019).
Adicionalmente, al problema educativo podría vincular con la escasez de recursos y la carencia de personal docente, resultado (y se verá) de la inasistencia estatal pertinente (Barrera et al, 2018). Por tanto, es importante recordar que, en algunas zonas, la situación se intensifica debido a la presencia de grupos armados como Los Z (en el caso del Chocó) o estructuras paramilitares (CNMH, 2018). Por lo tanto, los centros educativos enfrentan retos de infraestructura deficiente y limitado geográficas, lo que intensifica la disparidad entre urbanidad y ruralidad. Es crucial entender este asunto desde lo socioeducativo, analizando indicadores y limitaciones de diversas zonas del país. Esta realidad afecta el desarrollo del país, las políticas sociales y la dignidad colectiva, entre otros (Álvarez y Rojas, 2018). Así, en consecuencia, a los factores previamente dichos, Colombia enfrenta desventajas competitivas (enfocados al estudio del Pacífico) cuando se establece un análisis con países como Chile o Uruguay, que han logrado avances en sus indicadores educativos durante este periodo (CEPAL, 2022). En este contexto se ven manchados los procesos de desarrollo y las estructuras que configurarán la realidad social.