En las últimas décadas, la población de México ha cambiado de forma importante. En los años 50, éramos un país joven, con muchas niñas, niños y familias grandes. Por ejemplo, en 1970 una mujer tenía en promedio casi 7 hijos. Pero desde los años 70, esto comenzó a cambiar: el gobierno impulsó campañas de planificación familiar y la gente empezó a tener menos hijos. Para 2020, la tasa de fecundidad bajó a 2.1 hijos por mujer, justo el nivel necesario para que la población no crezca ni disminuya (CONAPO, 2022).
Además, la salud mejoró y la gente comenzó a vivir más tiempo. En 1950, la esperanza de vida era de 49 años. En 2020 ya era de 75 años, y para 2070 se espera que sea de más de 82 años (INEGI, 2021). Esto significa que México está dejando de ser un país joven y se está convirtiendo en uno con una gran población de personas adultas mayores.
En 2020, había 15 millones de personas mayores de 60 años (12% de la población total). Para 2050 se espera que sean más de 33 millones y para 2070, más de 36 millones, es decir, casi el 30% de todos los habitantes (CONAPO, 2022). También aumentará el índice de envejecimiento: en 2020 había 46 adultos mayores por cada 100 menores de 15 años, pero en 2070 habrá 234. Esto quiere decir que habrá más personas mayores que niños y adolescentes.
El envejecimiento viene acompañado de nuevos retos. Muchos adultos mayores en México ya enfrentan problemas de salud y falta de apoyo:
El 40% de las personas mayores de 70 años tienen dificultades para hacer actividades básicas como bañarse, caminar, vestirse o salir de casa (INEGI, 2018).
Alrededor del 30% vive con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión o problemas del corazón, lo que les exige atención médica frecuente y medicamentos costosos (INEGI, 2021).
Un 20% tiene alguna discapacidad, como pérdida de vista, audición o movilidad limitada (INEGI, 2021).
Más del 20% vive solo, lo que puede generar soledad, tristeza o abandono (INEGI, 2021).
Solo el 27% tiene una pensión contributiva; muchos dependen del apoyo de sus familiares o de la pensión no contributiva del gobierno (INEGI, 2021).
Además, muchas personas mayores no cuentan con redes de apoyo sólidas. Tradicionalmente, el cuidado lo daban los hijos o hijas, pero en el futuro habrá menos jóvenes disponibles para cuidar, y más adultos mayores viviendo solos o entre ellos mismos.
Como acabamos de ver, el crecimiento poblacional en México ha dado un giro importante: de ser un país joven y con alta natalidad, estamos avanzando hacia una etapa de envejecimiento acelerado. Para el año 2070, casi uno de cada tres mexicanos será una persona adulta mayor. Este cambio traerá consigo una mayor demanda de servicios de salud, cuidados especializados, infraestructura accesible y redes de apoyo emocional y económico. Entre las variables clave a observar de este problema se encuentran:
El tamaño y crecimiento de la población adulta mayor
La evolución de su capacidad funcional (movilidad, salud, autonomía)
El acceso a servicios de salud y cuidados
Incremento y decremento de asistencia básica
La disponibilidad de apoyos económicos y redes familiares
La infraestructura física y urbana adaptada a sus necesidades
Si no se toman decisiones firmes desde ahora, millones de personas podrían enfrentar la vejez con problemas de salud, soledad y carencias. Esta revisión histórica nos confirma que el envejecimiento no es solo un reto demográfico, sino una oportunidad para repensar nuestras políticas públicas y construir un país más justo, humano y preparado para envejecer con dignidad.
El crecimiento poblacional de México ha pasado de ser impulsado por altas tasas de natalidad a estar marcado por un envejecimiento acelerado. Para el año 2070, casi uno de cada tres mexicanos será una persona adulta mayor. Esta transformación no solo representa un reto demográfico, sino también social, económico y político.
Ante esta problemática, en el presente trabajo buscamos dar respuesta a la siguiente pregunta:
Para responder esta pregunta de investigación, recurrimos al modelado de sistemas sociales, una metodología explorada en Pruyt (2013) que permite simular dinámicas complejas y retroalimentaciones en problemas públicos mediante modelos computacionales. Con base en este enfoque, se modeló la problemática relacionada con el envejecimiento de la población en México.
A continuación se detallan las variables utilizadas en el modelo, junto con su definición y fuente de origen. Si deseas explorar esto más a fondo, te invitamos a consultar el el anexo metodológico disponible en el siguiente enlace: https://rpubs.com/vdfer/1318837.
Es con esta información y con un enfoque basado en el modelado de sistemas sociales, que obtuvimos las proyecciones que se presentarpan a continuación. La combinación de tendencias demográficas y análisis dinámico nos permitió estimar no solo cuántas personas adultas mayores habrá en el futuro, sino también qué tipo de apoyos requerirán y en qué volumen.
En las próximas décadas, México experimentará un cambio demográfico sin precedentes: cada vez habrá menos niños y más adultos mayores. Según las proyecciones presentadas en el gráfico, la proporción de población infantil disminuirá alrededor de 5 puntos porcentuales entre 2025 y 2070. En contraste, la población de adultos mayores crecerá en aproximadamente 6.5 puntos porcentuales durante el mismo periodo.
El año 2070 marcará un punto de inflexión: por primera vez, el número de adultos mayores será prácticamente igual al de niños. Y hacia el final del siglo, se espera que las personas mayores superen en proporción a los más jóvenes.
Este fenómeno no es solo una curiosidad estadística; es una transformación profunda que afecta todas las dimensiones de nuestra vida colectiva. La reducción de la población infantil implica una futura disminución en la fuerza laboral, mientras que el crecimiento acelerado del grupo de adultos mayores incrementará la presión sobre los sistemas de salud, pensiones y cuidados.
El resultado será una mayor tasa de dependencia, es decir, un menor número de personas activas económicamente por cada persona que requiere apoyo. Esto plantea retos significativos para la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social y el desarrollo económico a largo plazo.
Además, encontramos una tendencia clara, pues a partir del año 2046, la asistencia instrumental —aquella que implica apoyo en actividades como transporte, manejo del dinero o administración de medicamentos— superará en demanda a la asistencia básica, que se refiere a necesidades más inmediatas como alimentarse, vestirse o asearse. Esta diferencia se mantendrá a lo largo del siglo, alcanzando su punto máximo alrededor del 2070.
En ese año, se estima que:
91% de las personas adultas mayores requerirán asistencia instrumental, mientras que 73% necesitarán asistencia básica.
Es importante recordar que estos tipos de asistencia no son excluyentes: una misma persona puede necesitar ambas, lo cual aumenta la complejidad del cuidado y la presión sobre los sistemas de atención.
Ahora bien, si miramos la capacidad actual del sistema, nos enfrentamos a una alarma silenciosa: solo alrededor del 70% de los adultos mayores están afiliados a alguna institución de salud pública o privada. Esto quiere decir que, en 2070, habrá una proporción significativa de personas que requerirán asistencia pero no tendrán cobertura garantizada, lo que abre una preocupante brecha de atención.
Mientras la demanda de cuidados se dispara, la afiliación avanza lentamente. Como se muestra en el siguiente gráfico, el número de personas adultas mayores afiliadas a servicios de salud crecerá de forma muy moderada —de unos 7 millones a 20 millones en los próximos 50 años—, muy por debajo del ritmo que marcan las necesidades proyectadas.
Ahora bien, esa predicción es sobre un modelo base. Pero ¿Qué tan seguros son estos escenarios?
Todo modelo, por muy bien construido que esté, se enfrenta a una pregunta inevitable: ¿qué pasaría si las condiciones cambian?. Para responderla, realizamos un análisis de incertidumbres, una técnica que permite observar cómo pequeñas variaciones en ciertos factores clave pueden modificar el comportamiento del sistema.
Para este análisis, definimos cinco variables que podrían cambiar en el tiempo o cuya estimación presenta cierta incertidumbre:
A partir de combinaciones de estos valores (más de mil escenarios posibles), proyectamos la evolución del sistema en cada caso. Esto nos permitió visualizar un abanico de futuros probables, y no solo un único camino. Nuestros principales hallazgos fueron los siguientes:
Como se observa en los Gráficos 3.1 y 3.2, incluso al variar la tasa de natalidad entre sus valores extremos, la demanda de asistencia básica e instrumental se mantiene dentro de un rango estrecho. Esto indica que la dinámica del envejecimiento poblacional ya está en marcha, independientemente del número de nacimientos futuros.
Los Gráficos 4.1 y 4.2 muestran que, como era de esperarse, a mayor tasa de incremento en asistencia básica, mayor será la demanda. Sin embargo, no se observan efectos significativos sobre la demanda de asistencia instrumental, lo cual sugiere que estas necesidades deben abordarse de forma diferenciada.
En los Gráficos 5.1 y 5.2 se confirma que el incremento en asistencia instrumental tiene un efecto directo y sustancial sobre su propia demanda, sin afectar de manera relevante la básica. Esto refuerza la necesidad de diseñar políticas específicas y robustas para este tipo de cuidado, que será el más solicitado hacia 2070.
Los Gráficos 6.1, 6.2, 7.1 y 7.2 exploran el impacto de programas de rehabilitación. En ambos casos, existe una relación inversa clara entre la intensidad de la rehabilitación y la demanda de asistencia: a mayor rehabilitación, menor demanda. Sin embargo, incluso en los escenarios más optimistas, la curva de cuidados no desaparece, lo que implica que la rehabilitación es necesaria pero no suficiente.
El análisis de incertidumbres no solo valida la robustez de nuestros escenarios iniciales, sino que refuerza la urgencia de prepararnos para una demanda creciente y sostenida de cuidados, especialmente los de tipo instrumental. Incluso con mejoras en la natalidad o rehabilitación, el envejecimiento de la población y sus necesidades asociadas seguirán siendo una de las principales transformaciones sociales de este siglo.
Por tanto, el verdadero margen de acción está en el fortalecimiento de la infraestructura de atención, la ampliación de la cobertura en salud y la profesionalización del cuidado.
El tiempo para actuar es ahora, por eso proponemos las siguientes políticas para generar incidencia en la problemática. Todas ellas comparten un principio común: prevenir antes que curar, fortalecer lo que ya existe y facilitar la autonomía de las personas mayores.
La primera apuesta está en la rehabilitación, pero no desde la lógica tradicional del sistema público saturado. Proponemos crear convenios entre el gobierno y hospitales privados para ofrecer servicios de rehabilitación funcional de calidad, a precios accesibles. Esto permitiría atender a las personas adultas mayores que comienzan a requerir asistencia básica, sin saturar la infraestructura pública ni depender exclusivamente de ella. Se aprovecharía la red ya existente del sector privado, con estándares supervisados por el gobierno y mecanismos de monitoreo social para garantizar calidad y transparencia. El impacto no es menor: una persona que accede a rehabilitación oportuna puede posponer o incluso evitar la dependencia total, lo que reduce costos familiares y públicos, y mejora significativamente la calidad de vida.
La segunda línea de acción apunta al entorno físico. Hacer las ciudades más accesibles es una política de cuidado en sí misma. Mejorar banquetas, instalar rampas seguras, colocar señalización visible y ofrecer mobiliario urbano cómodo permite que los adultos mayores se muevan con libertad, sin miedo a caerse ni necesidad constante de asistencia. Esta política no requiere inversiones millonarias ni grandes transformaciones urbanas; se puede implementar con lo que ya existe en los planes de obra pública, sumando una mirada sensible al envejecimiento. Una ciudad que cuida desde sus calles reduce lesiones, disminuye la carga de cuidado y promueve una vejez activa.
Por último, proponemos activar los espacios comunitarios
existentes para promover el envejecimiento saludable desde
lo local. Los centros del DIF, deportivos y comunitarios pueden
transformarse en núcleos de prevención, donde las personas mayores
encuentren actividades físicas adaptadas, estimulación cognitiva,
talleres artísticos y espacios de convivencia. Esto fortalece tanto el
cuerpo como el ánimo, ayudando a prevenir caídas, deterioro cognitivo o
aislamiento social.
Además, se trata de una política de bajo costo, pues no implica
construir nuevas instalaciones, sino darles un uso más estratégico y
constante, con personal capacitado y enfoque inclusivo.
En conjunto, estas tres políticas no solo ayudan a contener el crecimiento autónomo de la demanda de asistencia básica e instrumental. También construyen una narrativa distinta sobre la vejez, una en la que envejecer con dignidad, salud y autonomía sea un derecho posible, y no un privilegio para unos cuantos.
Finalmente,para entender el verdadero impacto de nuestras propuestas, volvimos a correr el modelo incorporando las tres políticas planteadas.
El resultado es esperanzador ya que la implementación de estas medidas logra una reducción significativa en la demanda proyectada de asistencia para adultos mayores.
Como se muestra en los gráficos 8.1, sin políticas públicas, la demanda máxima hacia 2070 alcanzaría al 91% de adultos mayores para asistencia instrumental y al 73% para asistencia básica. Sin embargo, al activar los mecanismos de rehabilitación, accesibilidad urbana y envejecimiento saludable, estas cifras bajan a 54% y 48% respectivamente. Es decir, una disminución de 37 y 25 puntos porcentuales.
Aunque estos valores son estimaciones, el mensaje es claro, las decisiones que tomemos hoy pueden cambiar el futuro de millones de personas. Lo que antes parecía una tendencia inevitable, ahora se muestra como una trayectoria que puede corregirse con visión, colaboración y voluntad política.
Estas proyecciones no solo validan las áreas de intervención priorizadas; también abren una ruta concreta de acción. No se trata solo de contener una crisis futura, sino de construir desde ahora un modelo de cuidado más humano, más justo y más sostenible.
Porque garantizar un envejecimiento digno no es solo una responsabilidad institucional, es una apuesta ética por el bienestar colectivo.
Y todavía estamos a tiempo.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe. (2024). Panorama Social de América Latina y el Caribe 2024 https://www.cepal.org/es/tipo-de-publicacion/panorama-social-america-latina-caribe
Consejo Nacional de Población. (2022). Proyecciones de la Población de México 2020-2070 https://datos.gob.mx/busca/dataset/proyecciones-de-la-poblacion-de-mexico-y-de-las-entidades-federativas-2020-2070
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2020). Censo de Población y Vivienda 2020 https://www.inegi.org.mx/programas/ccpv/2020/
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2021). Encuesta Nacional de Salud y Envejecimiento en México 2021. https://www.inegi.org.mx/programas/enasem/2021/#tabulados
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2024). Estadísticas de Natalidad Registrada 2023 [Archivo PDF]. https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2024/ENR/ENR2023.pdf
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2018). Encuesta Nacional de Salud y Envejecimiento en México 2018. https://enasem.org/Home/index_esp.aspx
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (s.f.). Esperanza de vida. https://beta.cuentame.inegi.org.mx/descubre/poblacion/esperanza_de_vida/
Pruyt, E. (2013). Small system dynamics models for big issues: Triple jump towards real-world complexity (First ed., version 1.0). TU Delft Library.